Las figuras más citadas en los estudios de Ramos Sucre son las del caballero, el monje o el trovador. La mayor de las veces, se las asocia o muestra como evidencia del retraimiento o escapismo del poeta. Una figura menos estudiada es la del leproso. Ella aparece en variados textos, tanto ensayísticos como más propiamente poéticos. Indudablemente, esta figura puede invocarse como otra prueba de la evasión de Ramos Sucre e incluso de su visión del poeta como ser maldito y retirado del mundo. Ya he realizado esa lectura en mi nota Sacerdocio poético… y político: la figura del leproso. Al final de esa ella advierto, sin embargo, la necesidad de explorar las implicaciones políticas de la figura del leproso en el contexto de la dictadura de Juan Vicente Gómez.
De gran ayuda en este caso son diversas observaciones de Foucault sobre la lepra, que extraigo de su Historia de la locura en la época clásica:
Lo que durará más tiempo que la lepra, y que se mantendrá en una época en la cual, desde muchos años atrás, los leprosarios están vacíos, son los valores y las imágenes que se habían unido al personaje del leproso; permanecerá el sentido de su exclusión, la importancia en el grupo social de esta figura insistente y temible, a la cual no se puede apartar sin haber trazado antes alrededor de ella un círculo sagrado.
[los leprosos] testigos hieráticos del mal, logran su salvación en esta misma exclusión y gracias a ella: con una extraña reversibilidad que se opone a la de los méritos y plegarias, son salvados por la mano que no les es tendida. El pecador que abandona al leproso en su puerta, le abre las puertas de la salvación. «Por que tengas paciencia en tu enfermedad; pues Nuestro Señor no te desprecia por tu enfermedad, ni te aparta de su compañía; pues si tienes paciencia te salvarás, como el ladrón que murió delante de la casa del nuevo rico y que fue llevado derecho al paraíso. » El abandono le significa salvación; la exclusión es una forma distinta de comunión. Desaparecida la lepra, olvidado el leproso, o casi, estas estructuras permanecerán. A menudo en los mismos lugares, los juegos de exclusión se repetirán, en forma extrañamente parecida, dos o tres siglos más tarde. Los pobres, los vagabundos, los muchachos de correccional, y las «cabezas alienadas», tomarán nuevamente el papel abandonado por el ladrón, y veremos qué salvación se espera de esta exclusión, tanto para aquellos que la sufren como para quienes los excluyen. Con un sentido completamente nuevo, y en una cultura muy distinta, las formas subsistirán, esencialmente esta forma considerable de separación rigurosa, que es exclusión social, pero reintegración espiritual.
Foucault luego menciona los sucesores de la lepra: enfermedades venéreas y, sobre todo, la locura:
En realidad no es allí [en las enfermedades venéreas] donde debe buscarse la verdadera herencia de la lepra, sino en un fenómeno bastante complejo, y que el médico tardará bastante en apropiarse. Ese fenómeno es la locura. Pero será necesario un largo momento de latencia, casi dos siglos, para que este nuevo azote que sucede a la lepra en los miedos seculares suscite, como ella, afanes de separación, de exclusión, de purificación que, sin embargo, tan evidentemente le son consustanciales.
Los apuntes de Foucault señalan una vía para examinar la figura del leproso —y otras figuras de exclusión— en la obra de Ramos Sucre. ¿Acaso no se ha caracterizado en los tiempos modernos a los disidentes políticos como vagabundos o cabezas alienadas?
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