Quizá no haya oposición más difícil de obviar en la crítica sobre Ramos Sucre que la de símbolo-alegoría. Hace ya casi treinta años que Gustavo Luis Carrera planteó la ahora posición canónica:† Ese comentario es una constatación, no una crítica. Sólo una lectura superficial del trabajo de Carrera puede considerar mi observación un intento de rebajamiento, y preterir las afinidades entre nuestros enfoques. Reservaré para otro día el examen del trabajo de Carrera. el símbolo es «el único verdadero sustento estético definido y suficiente», la «columna básica” de la obra del poeta. En su obra, pues, Ramos Sucre exhibe la “preferencia romántica por el símbolo sobre la alegoría”.†
Mis notas anteriores, sin embargo, han señalado dos excepciones: en «El disidente» y «Duelo de arrabal», Ramos Sucre introduce alusiones sacrificiales que organizan complejas alegorías. Estas alegóricas alusiones sacrificiales son la herramienta con que el poeta explora y examina la historia y los conflictos sociales.
Pero incluso esa aproximación no altera el binario esquema retórico que el propio «Duelo de arrabal» parece trastocar. El texto complica ese esquema, desplaza esa oposición al introducir un nuevo término: la ironía.
Este movimiento no debería sorprender. Hasta el Renacimiento, la ironía fue vista como un tipo de alegoría; Lausberg, en su retórica de espíritu quintiliano, declara que la ironía “puede … concebirse como una especie de alegoría”. Tal vez mayor que este interés de los antiguos fue el de los Románticos. Paul de Man anota que en algunos de ellos la «conciencia de la persistencia de los modos alegóricos va mano en mano con un interés teórico por la ‘ironía’ como tropo en cuanto tal»; y señala que en otros (Schlegel, Hoffmann, Kierkegaard) «una más o menos sistemática teoría del lenguaje figurado, con explícito énfasis en la alegoría, corre paralelo con un igualmente frecuente énfasis en la ironía»; esto, para de Man, es una confirmación de que el «enigmático lazo entre alegoría e ironía, que corre a través de la historia de la retórica, parece prevalecer».
Quizá ese enigmático lazo sea la causa de que la expulsión de la alegoría en la crítica sobre Ramos Sucre implicara el relegamiento del examen de la ironía en su obra. De Ramos Sucre puede afirmarse que no ha sido leído irónicamente, o al menos no con la suficiente ironía: casi siempre se asume que el poeta se identifica con la actitud cruel o esteticista del yo poético o que se complace con los abominables hechos narrados, y contadas veces que su posición puede ser exploradora, examinadora o crítica.
Pero antes de examinar la ironía en Ramos Sucre —o mejor: la ironía de Ramos Sucre— deseo advertir que este movimiento no envuelve necesariamente la Aufhebung, el relevamiento de la oposición símbolo-alegoría o de alguno de sus términos: la ironía es diferente al opuesto, el contrario o la determinación negativa del símbolo o de la alegoría, el indicador de su unidad o reconciliación posterior. Si la ironía es la figura en la que «se ha de entender lo contrario de lo que suenan las palabras» (Quintiliano, Instituciones 9.2.44), lo contrario de lo que se dice, no por ello da entender un significado opuesto o ulterior. Más bien, según lo asienta † …cuando decimos el amor de Dios, podemos significar el amor que tenemos a Dios, o el amor que Dios tiene a las criaturas. En el primer caso el genitivo de Dios se llama objetivo, …. En el segundo caso se llama genitivo subjetivo… (Gramática RAE 1931)
Claire Colebrook en su libro Irony, es tanto el cuestionamiento y señalamiento de los límites de nuestro decir, de nuestro uso de conceptos, definiciones, convenciones y asunciones, como la conciencia de que son el único medio para expresar ese cuestionamiento.
En ese sentido vale mi afirmación de que no se ha leído irónicamente a Ramos Sucre. Y es en ese sentido que intentaré hablar de la ironía de Ramos Sucre —con ‘de’ subjetivo y objetivo: la ironía que inflige y sufre Ramos Sucre.†